Los jóvenes en el horno | Desconocido | Siglo III

Andrés Arévalo 27 Ene 2021
horno

Roma. Año 283. No es una noche más. El dolor se siente en el aire. Es difícil ver morir a tu esposo. Pero ya está. No hay vuelta atrás, por lo menos por ahora.

Drusilla trata de mantener la compostura mientras dibuja en la pared a Sadrac, Mesac y Abed-nego entre las llamas. Esta vez no resulto como ellos, Escaurus murió. Sus ojos brillaban mientras suspiraba sus últimas palabras: ¡perdonalos Señor, perdonalos!

En su mansedumbre, dando su vida Drusilla recordaba el ejemplo rebelde de los jovenes judíos en Babilonia:

Sadrac, Mesac y Abed-nego contestaron:—Oh Nabucodonosor, no necesitamos defendernos delante de usted. Si nos arrojan al horno ardiente, el Dios a quien servimos es capaz de salvarnos. Él nos rescatará de su poder, su majestad; pero aunque no lo hiciera, deseamos dejar en claro ante usted que jamás serviremos a sus dioses ni rendiremos culto a la estatua de oro que usted ha levantado.

Siempre esperamos que en el último segundo nuestra suerte cambie, que Dios intervenga, que nos sane o nos salve. Cuando no lo hace como esperamos nuestra tendencia es sentirnos desilusionados y traicionados, por eso la diferencia la marca el aunque no lo hiciera. Nuestra esperanza es firme, nuestra convicción resiste y la promesa de que Dios un día se va a llevar el dolor y la muerte se va a cumplir.

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Andrés Arévalo

Amo las intersecciones entre la Biblia y el arte
No hay nada como la mejor historia.